La astronomía y sus desafíos educativos

In: Educación

Simón Ángel, PhD.

En Chile, la astronomía lleva casi dos siglos presente, casi tanto como nuestra historia como país. A mediados del siglo XIX, el relojero escocés Juan Mouat estableció en su casa de Valparaíso el primer observatorio de Chile, un lugar de observación astronómica. Poco después, el Observatorio Astronómico Nacional se erigió en el Cerro Santa Lucía. A comienzos del siglo XX, la estación sur del Observatorio Lick, conocida hoy como Observatorio Manuel Foster, se convirtió en el primer observatorio astrofísico de nuestro país y del hemisferio sur, con mediciones deductivas y no solo descriptivas. Desde los años 60, conglomerados internacionales han elegido el Valle del Elqui y el Desierto de Atacama como base geográfica para grandes obras de ciencia e ingeniería, que han descubierto estrellas y planetas en formación, galaxias lejanas y hasta agujeros negros en el centro de nuestra y otras galaxias. Chile se ha establecido como una potencia astronómica, con más de la mitad de la capacidad de observación en esta larga y estrecha franja de Tierra.

A pesar de ello, en la población existe una situación paradójica con respecto al conocimiento de la astronomía, que aquellos que trabajamos en la comunicación de la astronomía vivimos frecuentemente: que se nos diga “qué lindo es lo que hacen” y “no tenemos idea qué hacen en astronomía” al mismo tiempo. Esta yuxtaposición evidencia graves falencias en la incorporación efectiva del conocimiento astronómico en los currículos de ciencias naturales en las escuelas, lo que hace que incluso estudiantes que postulan a carreras de astronomía mantengan la idea anticuada, y afortunadamente cada vez más rara, de que en astronomía somos personas recluidas en una torre observando estrellas con un telescopio como los que Galileo desarrolló hace más de cuatro siglos. Actualmente, la astronomía es una ciencia que se desarrolla por medios digitales, auxiliada por un computador, y los astrónomos casi no interactúan con un telescopio, e incluso hay quienes nunca han visitado un observatorio.

No esperamos que la población general esté al día con todo el conocimiento generado en astronomía. Por un lado, se genera un gran volumen de publicaciones científicas a diario; por otro lado, reconocemos que el conocimiento astronómico tiene cierta desventaja con respecto a otras ciencias, ya que, salvo contadas excepciones, no tiene un impacto directo en la vida de las personas desde una perspectiva utilitarista (a diferencia de, por ejemplo, la bioquímica y las vacunas). En este sentido, hay mucha gente que considera que la astronomía es la ciencia más poética, que brinda su propia respuesta a preguntas fundamentales como “¿Qué hacemos aquí?, ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?” (No te daré las respuestas yo, eso lo tienes que descubrir por tu cuenta). El aspecto filosófico de la astronomía trasciende el aprendizaje de fórmulas, casos de evolución y constantes, que a veces parecen ocultar el contenido fundamental, y es el origen de la dicotomía mencionada anteriormente: aunque es muy interesante lo que hay allá afuera y lo que significa, aún no hemos logrado enseñarlo de manera efectiva.

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